Texto y Fotografía: PAU COLL | RUIDO Photo
— 30 de enero de 2018
El 4 de noviembre de 2017 se localizó una patera con 319 migrantes eritreos a 27 millas náuticas de la ciudad libia de Al Kjums (Homs). En la bodega inferior del barco viajaba un número de mujeres más elevado de lo habitual. 69 mujeres. Casi todas estaban enfermas, casi todas viajaban solas, casi todas habían sido violadas.
“Por la mañana pegaban a los chicos y por la noche tenían sexo gratis con la chicas”, explica Mekerel Mehretab, una de las pasajeras eritreas de 19 años que viajaba a bordo de la pequeña embarcación rescatada por Open Arms.
La mayoría de los migrantes que se aventuran al Mar Mediterráneo han sido secuestrados y extorsionados por las mafias libias durante meses hasta que ellos o algún familiar paga su rescate hacia Europa. Para las mujeres, esto comporta casi siempre violaciones y abusos sexuales, aunque su vivencia queda invisibilizada en una ruta caracterizada por hombres.

A las 4 de la madrugada del 4 de noviembre de 2017 salió de la costa libia una pequeña embarcación de madera. En ella iban 319 migrantes mayoritariamente eritreos. Este tipo de embarcaciones tardan unos tres días en cruzar el Mediterráneo hasta llegar a las costas europeas, aunque nunca llevan el combustible suficiente. Muchos de las personas rescatadas llevaban tres días sin comer.

La mayoría de los eritreos rescatados habían sido secuestrados en Libia por milicianos u organizaciones criminales y retenidos entre 3 y 9 meses. Para forzar el pago por parte de sus familiares, los migrantes recibieron malos tratos, torturas y fueron sometidos a trabajos forzosos. Se calcula que entre 400.000 y 700.000 migrantes vivían atrapados en Libia en condiciones inhumanas en 2017.

La bodega inferior de la patera donde viajaban 69 mujeres y 6 niños contaba con una sola salida y ningún sistema de ventilación. La mayoría de las mujeres y niños tenían sarna y estaban deshidratados debido a las malas condiciones en que vivieron durante su secuestro en Libia.

La Unión Europea ha destinado este año 120 millones de euros del Fondo Fiduciario de Emergencia para África para mejorar la operatividad de los guardacostas libios y así detener el flujo migratorio desde la costa africana. Los acuerdos han dado resultado: menos gente llega a Europa, pero en cambio las condiciones para los migrantes en Libia se han recrudecido. A causa de la hostilidad de los guardacostas libios, la mayoría de ONGs de rescate han dejado de operar en el Mediterráneo Central.

Una vez a salvo, muchas de las mujeres entran en shock. La práctica mayoría de las migrantes secuestradas en Libia son violadas sistemáticamente por sus captores para forzar el pago por su libertad. Algunas están tan débiles que casi no pueden andar. Muchos de los chicos jóvenes rescatados también presentaban síntomas de violación como método de tortura.

Fireus, de 21 años, fue atendida por el personal médico voluntario del Open Arms después de desmayarse. Estaba embarazada de 5 meses tras haber sido violada en Libia durante el secuestro. De las 69 mujeres que viajaban en la pequeña embarcación, 6 estaban embarazadas.

En el barco de rescate del Open Arms, las mujeres y los niños duermen en la popa separados de los hombres. En la siguiente misión los voluntarios rescataron a Lula, una joven eritrea de 28 años embarazada de seis meses que abortó justo antes de subirse a la embarcación de rescate. Lula estaba tan débil que murió antes de llegar a Italia.

Elsa Melake, de 21 años y embarazada de 8 meses tras ser violada, tuvo que ser atendida en el barco por Alba, una joven enfermera de Ibiza voluntaria del Open Arms. Elsa fue evacuada en alta mar de urgencias a un hospital de Malta debido a su frágil estado de salud. Elsa y su hijo —aún sin nacer— fueron destinados posteriormente a un centro de familia de la isla.

Los migrantes a bordo del Open Arms desembarcaron en el puerto de Crotone, Italia. Una vez los migrantes llegan a Europa, las autoridades del país los entrevistan para decidir si les otorgan el estatus de refugiado. Para ello, el inmigrante debe demostrar que su vida corre peligro en su país de origen, si no, son repatriados rápidamente a sus países de origen.

El puerto de Crotone, Italia, se ha convertido en un cementerio de pateras. La mayoría provienen de Libia, según la guardia portuaria italiana. Las embarcaciones que salen de la costa africana no están suficientemente preparadas ni llevan el carburante necesario para realizar el viaje marítimo de tres días. Durante el 2017, 2.832 personas murieron en el Mediterráneo Central de las 118.000 que llegaron a Italia, el 2.5%, según la OIM.