Reportaje — 9

Túnez, el patio trasero
de la migración a Europa

 

Fotografía y Texto: Edu Ponces | RUIDO Photo
— 16 de octubre de 2018

 

Mientras la ruta migratoria de Libia a Italia se cierra y disminuyen las llegadas por Marruecos y España, existe una alternativa alejada de la atención mundial. ¿Qué pasa con la migración desde Túnez?

 

Alejado de los focos, Túnez es un país lleno de metáforas para explicar la migración hacia Europa. Ante el descenso de las salidas de Libia, se llegó a especular con que Túnez se convirtiera en la nueva plataforma para llegar a Europa. Por distintos motivos no ha sucedido, pero sus costas cuentan otra historia de la migración: la de los atrapados, la de quienes lo intentaron pero se quedaron en el camino, la de los desaparecidos, la de los náufragos.

 

 

Un miembro de la Asociación de Pescadores de Zarzis muestra las aguas territoriales de la zona. La asociación tiene una larga tradición sindical, pero con el tiempo se ha visto implicada en otra lucha: la de defender los derechos de las personas refugiadas y migrantes. Cuando el barco xenófobo C-Star intentó atracar en Túnez en agosto de 2017, los pescadores tunecinos lo evitaron.

 

 

Este es un albergue para migrantes de la Media Luna Roja de Túnez en la ciudad de Médenine, cerca de la frontera con Libia. Aquí se oyen todo tipo de historias: subsaharianos que intentaron salir en barcaza desde Libia pero naufragaron y después la guardia costera los trajo a Túnez, otros que llegaron a tierras tunecinas para intentar salir desde allí pero no lo lograron… Aquí están acogidos durante unos días, pero la mayoría no sabe qué hará en los próximos días o semanas.

 

 

Eric Dably es un futbolista de 18 años de Costa de Marfil, donde llegó a jugar en primera división. Decidió ir a Túnez a probar suerte. Ahora habita este albergue para migrantes, donde su sueño continúa intacto: jugar algún día en un equipo europeo.

 

 

Cientos de subsaharianos en Túnez se hallan en una encrucijada. Muchos llevan meses o años viajando e incluso han intentado salir varias veces en barcaza desde Libia o Túnez. Entre ellos cunde el desánimo y algunos piensan en volver. En la imagen, dos de ellos pasan el rato en un albergue de la Media Luna Roja. Durante aquellos días les invadía el tedio y la incertidumbre: intentaban planear su futuro y uno de los pocos pasatiempos que tenían era ver partidos de fútbol del Mundial.

 

 

Chamseddine Marzoug, voluntario de la Media Luna Roja, enseña en su móvil imágenes y vídeos que los migrantes le han hecho llegar. Los recibe constantemente. Torturas en centros de detención, cadáveres de naufragios… Las imágenes, algunas de ellas muy duras, circulan entre los mismos migrantes que intentan llegar a Europa. Es común que las muestren cuando cuentan el calvario que han sufrido, especialmente los que han estado en Libia.

 

 

Esta es la tumba de Rose-Marie, una nigeriana de 28 años que salió junto a 126 personas en una barcaza desde Libia. La embarcación tuvo problemas de navegación y ella fue la única que murió. El resto fueron trasladados a Túnez. Se sabe su nombre porque sus compañeros la identificaron, pero no es algo común. En este cementerio, su tumba es la única que tiene nombre.

 

 

Marzoug es el encargado del cementerio de los desconocidos de la ciudad tunecina de Zarzis, donde está enterrada Rose-Marie. El voluntario entierra aquí los cadáveres que escupe el mar en las costas de Túnez después de los naufragios. Sin apoyo institucional, Marzoug acude al litoral y después les da sepelio porque, dice, los muertos deben ser enterrados dignamente. En un contexto en el que no se piensa ni siquiera en los vivos, Marzoug piensa en los que ya no están.

 

 

Cerca del cementerio de los desconocidos, en la costa, está lo que en la zona llaman el cementerio de barcos. Un lugar plagado de barcazas que fueron usadas para intentar llegar a Europa. Son pesqueros inundados, con la madera podrida a veces, varados en este espacio que recuerda lo que está pasando en el Mediterráneo. Las barcazas siguen actualmente allí, abandonadas.

 

 

Mohsen Lihidheb es el dueño de lo que él llama Museo de la Memoria del Mar, en Zarzis. Es una parte de su casa, que se ha convertido en un homenaje a los náufragos y a todo lo que escupe el mar. Hay paquetes de tabaco desollados por las aguas, caracolas, brújulas de las pateras, hélices de barco, botellas de vidrio… Y zapatillas y sandalias que él asegura que son de migrantes.

 

 

Estas son fotografías de carnet de tunecinos que intentaron llegar a Europa en barcaza y que desaparecieron. Sus familias deben asumir que están muertos, pero no tienen la confirmación y siguen buscándolos. Otro de los dramas no contados del Mediterráneo: el de las familias, que rara vez conocen la historia real de lo que pasó con sus seres queridos.

 

 

Farooq Belheeba es el portavoz de 25 familias tunecinas de desaparecidos en el mar Mediterráneo. Dice que tiene constancia de hasta 700 desaparecidos que salieron de las playas de Túnez. Las familias que representa buscan la verdad: él es quien lleva a cabo esta lucha en su nombre. Su implicación con la causa es también personal. “Todas las familias tienen derecho a ver el cadáver —dice—. No pueden pasar las fiestas como el resto de la gente. Yo sé que hubo un accidente con el barco de mi hijo, sé que murió… Pero mi mujer no lo acepta”.

 

 

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